A principios de 1649 Velazquez fue comisionado por el rey Felipe IV para viajar a Italia. Como ayuda de cámara del Rey, Velazquez era responsable, entre otras funciones cortesanas, de la decoración de los espacios reales. Lo que sería hoy en día disponer de un diseñador de lujo para decorar el “Chalecito». Privilegios de la realeza.
Era su segundo viaje a Italia y su misión consistía en usar su agudo criterio artístico y el dinero real para comprar buena pintura y escultura que luego adornaría las paredes y estancias de los lugares palaciegos.
Velazquez acababa de cumplir 50 años y debía pasar por esa etapa de la vida que hoy identificamos con la “Midlife Crisis”- mas bien, “Late life crisis” dada la esperanza de vida de aquellos tiempos.- Podemos imaginar a Velazquez ilusionado, no con la misión sino con las posibilidades de un viaje que le alejaría del rancio ambiente de la corte española, plagada de decepciones políticas, para disfrutar del refrescante aire de una Italia floreciente, epicentro del arte de la época.
Velazquez dedicó los primeros meses a escudriñar el mercadillo del arte italiano compitiendo con otros delegados de monarquías europeas. Todas andaban a la caza de la ganga artística. Aprovechaba su estancia para comprar pintura -de la escuela veneciana sobre todo que era la preferida de Velazquez y de Felipe IV- escultura -aunque fuese a partir de moldes de piezas clásicas- y para debatir con otros pintores sus preferencias. Velazquez admiraba a Tiziano y al Veronés y no sentía hacia Rafael Sanzio la devoción ciega que le profesaban los italianos.
El encargo del Papa
Como pintor real de la importante corte española, Velázquez disfrutaba de un cierto prestigio incluso en Italia, donde los egos pictóricos rivalizaban en ostentar la primacía en el favor de la nobleza. Llevaba varios meses sin coger un pincel desde su llegada a Italia, cuando recibió la noticia de que el Papa Inocencio X quería que lo retratase
Velazquez lo estaba deseando porque necesitaba el apoyo de la curia para su eterna aspiración a formar parte de la orden de los caballeros de Santiago y esperaba que su buen hacer le granjease el favor del Papa. Pero era un encargo envenenado en el que se jugaba su prestigio como pintor. Todos los ojos estarían pendientes del resultado. Hombre previsor, decidió realizar un ensayo previo para el que hizo posar a su sirviente morisco Juan de Pareja. El resultado fue sublime. Velazquez había sido ya admitido en los dos circulos artísticos romanos mas importantes; la Academia de San Lucas y la Congregazione dei Virtuosi lo que le daba derecho a exponer la obra en el claustro del Panteón junto a las de otros artistas antiguos y contemporáneos. Los asistentes no pudieron sino admitir que, según relata su biógrafo Palomino, el resto era pintura y el cuadro de Velazquez era Verdad. Con su seguridad afianzada se dispuso a realizar el retrato del Papa.
Troppo vero
Inocencio X andaba por los 75 años aunque se mantenía vigoroso y activo. Era un hombre de personalidad sibilina y desconfiada y por lo que se decía, uno de los mas feos de Roma. Velazquez acometió el retrato como solía hacerlo: sin dibujos ni bocetos previos. Hay que tener una gran seguridad y un ojo soberbio para captar la esencia en la breve sesión en la que el Papa concedía posar.
Cuando el pontífice vio el resultado le gustó pero no pudo dejar de exclamar la famosa frase: “ Troppo Vero” -demasiado real-. Debía ser muy poco agraciado para que incluso con el gesto adusto y desconfiado con el que Velazquez lo había inmortalizado se encontrase favorecido como para colgarlo en su despacho papal.
El cuadro se quedo hibernando durante mucho tiempo en las estancias de la familia del Papa, los Doria Pamphili y cuando a mediados del siglo XIX emergió a la luz púbica causó general admiración. Fue durante mucho tiempo icono y referencia de pintores, especialmente de la escuela rusa ya que una copia -sólo del busto-que el propio Velazquez había hecho, había acabado en el museo Hermitage de San Petersburgo. Pintores como Brülov, Kramskoi o Repin, lo consideraban sublime e inexplicable. En 1876 Kramskoi expresaba así su admiración por la obra de Velazquez:
“Lo que éste hombre fue capaz de hacer desanima a cualquiera. Comparado con él todo es superficial, inexpresivo e insignificante…….Dios mío, cuantas obras magníficas conozco, cuantos pintores han existido de los cuales tener solamente la mitad de sus cualidades hubiera significado merecer una muy sólida reputación. Pero esto es algo completamente extraordinario”
Muchos lo consideran el mejor retrato de todos los tiempos. Hoy comparte un pequeño espacio en la Galeria Doria Pamphili de Roma con un busto del mismo Papa Inocencio X realizado por Bernini, otro genio, contemporáneo de Velazquez
Velázquez enamorado
Durante su estancia en Italia Velazquez tuvo un lío de faldas con una italiana cuyo nombre no ha pasado a la historia y parece confirmado que fruto de la relación tuvo un hijo bastardo bautizado como Antonio de Silva.
Los mas románticos imaginan que ésta mujer fue la modelo que posó para el sublime cuadro de Velazquez La Venus del Espejo ( The rokeby venus para los anglosajones). La historia de éste maravilloso cuadro da para mucho más pero baste decir que, aunque no esta datado, es muy probable que la pintase durante éste viaje. La intransigente inquisición española andaba al quite y no nos imaginamos a Velazquez pintando el cuadro a escondidas en las estancias de palacio.
Se entiende pues su reticencia a volver a España donde le esperaba la oscura corte española y un matrimonio aburrido. Retrasó todo lo que pudo su vuelta con excusas de todo tipo ante la impaciencia creciente de Felipe IV que le enviaba cartas y embajadores conminándolo a volver y quejándose de su famosa flema. Finalmente no tuvo mas remedio que acatar la orden del Rey y regresar al hogar. Habían transcurrido dos años y medio.
La indudable genialidad de Velazquez se encarnaba en una personalidad por lo demás sobria y poco sobresaliente que, como en el caso de Bach, cuando dejaban los pinceles o la partitura y la peluca se convertían en padres de familia convencionales sin excentricidades ni arrebatos sublimes.
Velázquez tuvo una carrera social muy relevante para un pintor. De sus humildes orígenes sevillanos llego a Aposentador real. Consiguió, dos años antes de su muerte y frente a la oposición de la Orden, que le consideraba un advenedizo de origen plebeyo, la tan ansiada orden de los Caballeros de Santiago con apoyo real y papal incluido
El segundo viaje a Italia de Velazquez fue el gran viaje de su vida, aire fresco para una existencia dedicada al servicio de los poderosos, llena de convencionalismos, mediocridad y sumisión. Su espíritu libre y culto disfrutó por primera vez de la belleza, y del amor pasional. Las vivencias personales no suelen pasar a la historia pero seguramente fueron responsables de ese estado de exaltación personal que le inspiró para realizar algunas de las obras maestras de la pintura de todos los tiempos.